Desde el voyeur invisible
establezco mi trinchera.
Dispongo sobrias complicidades,
abro cartas
escudriño en el destino,
cabrón él que incomoda
a los campanarios dormidos
de esta ciudad clara.
Así es la trastienda
de los atardeceres culpables
amarillos de tanto asolearse.
De gala viste el ocaso
en los puertos donde se bautizan las naves.
Barcos que aun no son tristes,
que flotan ingenuos
sin saber de soledades.
Beso por fin
el cáliz de nuestra sangre,
olvidado, quebradizo,
sin redenciones de martirios,
ni mareas bravas, que obran caricias
de mis noches malditas, imaginadas.
1 Comentarios.De ellos me alimento.:
Bello poema.
Feliz Año Nuevo.
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