Hombre a hombre, mesa negra
destinos blancos. Amor que se derrama.
Él su leche y sus galletas en la taza que el mismo me regaló,
yo, mi bourbon y mi cuaderno.
El me cuenta sus sueños,
Yo miro a los ojos de uno de los míos.
A esta hora solo escucho,
mientras me cuenta la historia de una foto
tomada hace siglos cuando sólo tenía cuatro.
También me habla de catástrofes en la tele,
y a cada palabra, crece hombre a mil kilómetros por minuto.
Es una buena conversación con Don Vicente,
de hombre a hombre,
con su corazón virgen, con el mío refaccionado.
Lo tomo, eres mi hijo y yo soy tu padre,
tu eres pequeño y yo aún soy grande,
toma mi mano, descansa en mi espalda.
Este Vicente, nació Zepelín, para recordarnos
cuando todos fuimos de aire.
En estos días no sobran las trascendencias,
él en esta hora, recorre sus días
rompiendo mis dolores.
Saberlo volando, me ilumina como un relámpago.
Hoy esta casa no está sola
rabea de amor por las ventanas.