Póker de ases, una pica para defenderse,
un trébol de cuatro hojas para regalar,
un diamante para el fin de mes,
y un corazón roto en la mano.
No hay quién pierda con ese juego,
pero apareciste en la partida
volcando tus cabellos tornasol
y tus pechos sobre la mesa.
Blufeaste hasta obligarme
a jugarme la vida, el reloj,
y hasta la boca.
Traías una carta escondida
entre tus piernas de loza,
una pegada en tu cuello eterno,
una que bailaba en tus caderas,
y otra debajo de la manga
que arranqué de tu cuerpo.
En el juego de canallas
no hay ganador querida,
tu te llevaste todo menos a mi,
me dejaste nada, salvo por ti.