Poemas propios

viernes, febrero 26, 2010

Si esta noche no escribo

 

(No se por qué escribo,

no tengo ninguna razón que valga).

 

 

 

Si esta noche no escribo

ni siquiera soy poeta, no soy nada,

salvo el enterrador de  un día de otoño

que  perdido en el viaje

cayó en la ciudad para hacernos recordar

que todos los veranos se acaban,

como este que yace medio muerto,

de hambre, de sueño, de olvido,

de versos del silencio que no saben sino llorar.

 

Si esta noche no escribo,

se escapa mi alma

invisible por entre las ánimas

que caminan aún cegadas por la luz del sol,

ese que pasó hace años por los portales

de las casas podridas de tanto esperar.

 

Si esta noche no escribo, me condenaré al recuerdo

de los amores que agonizan en  camas oxidadas,

y dejaré las sábanas rotas en el armario,

los caminos recorridos marchitándose en el florero,

las colillas de las verdades en mi cenicero de papel

del cigarrillo testarudo que nunca me deja de fumar.

 

Si esta noche no escribo,

rasgaré las mangas adoloridas de mi camisa,

e incendiaré el estante de los trofeos tristes.

Comeré versos, pan y cebolla

dormiré desnudo, tiritando de frío

en mi casa, murallas de páginas,

techo de preguntas infinitas

y respuestas que no han de llegar.

 

Si esta noche no escribo,

le caeré a golpes a los espantapájaros

que se salgan de las fábulas oliverianas,

donde las mujeres vuelan

y los hombres deciden a quién amar.

 

Si esta noche no escribo seguiré  gris

como todos los días de otoño

que me han de venir a saludar.

lunes, febrero 15, 2010

Destinos

 

(En todos lados sin excepción,

las más felices siempre han sido

las suelas de mis zapatos)

 

 

Son tantos los versos que le debo a mis destinos.  Casi ha sido un año desde que rebote en mi tierra, cayendo desde tierra santa, emocionado, llorado por sus calles, impresionado por sus mercados,  volando hacia tierra sacra. Del rebote caí en Rio, donde advertí luego que le temo mas al ruido que a los fusiles del mercado árabe en Jerusalén, que construido infinitas veces sobre si mismo, tenia tanto de tanto, que no había otra alternativa que disfrazarse de arcoíris, para ver correr a los fantasmas incognitos del shabat. Sacro es Rio de Janeiro, con sus calles que bailan cada noche, para olvidarse de sus Favelas.

Montevideo me enseño tantas veces, que no todos los amores son a primera vista, que una ciudad se puede derramar en todos los sentidos por sus pendientes. Que el viento tibio vestido en lluvia no daña, pero tampoco lava las heridas. Como tampoco las lavan las tormentas inesperadas, como inesperado el amor de las avenidas tristes de Managua. Tan tristes como los paseos en calecita por los callejones de Asunción, donde el calor arrecia, y su pena también.

Banff me enseñó que los ríos congelados no llegan a ninguna parte, que la nieve flota entre los pinares, y que no es el frío el que mata.  Frio inverso del existe más que en las cumbres de Guatemala, donde las mujeres pintan de colores el camino de Jade, tan accidentado como la historia, los días que se sube a Chichicastenango  a dejar ofrendas en las iglesias santeras y los mercados turbulentos.  Mientras la Antigua duerme, se guarda para que la historia no se borre así misma, escondida entre los rincones de los caminos de ese país que se desangró una y otra vez. 

De Tegucigalpa poco, más que las carreras por los cerros de Honduras donde sus sueños parecen de oro, pero son de maíz que brilla con el sol en las laderas que lloran esperando la lluvia en verano.  Luego de los ires y venires por ese territorio, la caminata insegura por los alrededores, en la que uno ve como las putas esperan ansiosas ver caer cuerpos envueltos en dinero desde los balcones de los hoteles.

En París conocí el nacer de vientos fríos de la primavera,  y casi diez años después viví escondido entre sus fantasmas africanos, como se apagaba el verano, y yo mismo me hice fantasma, saltando por las luces de sus calles que esperaban otro nacimiento. 

Me he derramado en Buenos Aires con las maletas y el corazón cargado, y he soñado entre sus sábanas que el amor existe, y he recorrido una y otra vez la ruta para descubrir que mi mejor rincón se llama Santelmo.

Han sido tantos y me faltan tantos, siempre para volver a refugiarme en mi Santiago que me espera en el fondo silencioso, para ayudarme a desarmar los equipajes, a archivar los recuerdos y los sueños, seguro de que a pesar de todo lo dicho, el mundo se acaba en mi balcón.

viernes, febrero 12, 2010

Ay Señora

 

Ay Señora,

su imagen es como las olas de mi mar pacífico,

va y vuelve en cosa de segundos,

pero su frio al final termina por acostumbrar

y casi no se siente.

 

Hasta su recuerdo se cansó de esperar

por usted en mi casa,

se ha largado a caminar por ahí,

y aunque es cierto que me hace emboscadas

en los peores momentos,

no es menos cierto que también

la extraña con la melancolía y las lágrimas

del que come sueños y duerme mentiras.

Es que soy yo lo único de usted que le va quedando.

 

En estas noches en que su desnudez

no adorna mi casa

y mis brazos no son barricadas

en los pasillos de escape,

bailo desvergonzado un vals

abrazado a las sombras de un futuro

que se murió de hambre,

que pese a mi porfía

nunca fue siquiera un sendero.

 

Y no está del todo mal

porque mi poesía tomó su forma,

así que se acomoda perfecto

en todos los espacios vacíos

que me ha regalado con su huída.

 

Ay Señora,

ya no se asome ni fuerce la vista,

que lo de más allá del horizonte

no es más que un buen amor,

y en estos días nadie quiere

que así le quieran.

jueves, febrero 11, 2010

Lluvia

 

Como quisiera que llegara la lluvia,

quiero ver llover antes del final de los finales,

que ya fue,

maldito sol, eres cometa,

deja por un momento de perseguir,

desenamórate del horizonte.

 

El viento norte está de viaje,

las tierras secas se quiebran

los ojos secos, se ciegan

los pensares se guardan,

la lluvia no llega.

 

Me acurruco en un rincón

de la ciudad dormida,

incendiada

esperando las mil gotas,

aunque ya no sirva,

esta vez no vale ni tarde, ni nunca.

miércoles, febrero 10, 2010

Oración

 

Dejo mi oración terrestre

junto a mis zapatos vagabundos,

cuando me voy a dormir.

 

En nombre del padre,

de la madre,

y del espíritu cansado.

 

Padre nuestro que debes andar por ahí

santificados sean los hombres,

venga a nosotros mientras aún tenemos cuerpo,

hágase tu voluntad, un poco más entendible

para los cuerdos,

dale a todos el pan, y a cada uno una risa,

aunque sea día por medio,

perdona nuestros versos,

así como nosotros perdonamos

nuestros errores,

no nos dejes, simplemente no nos dejes,

y líbranos de hacer todo el mal,

amé… no me mires así,

no fue mi culpa.

martes, febrero 02, 2010

De vuelta a las bases

 

Volver a las bases es encontrar el camino a casa,

sin maldecir por un instante

se desanda lo andado

y se acarician las flores a la orilla del camino.

 

Este camino conocido termina en una casa

donde comenzó la poesía,

donde se esconden los orígenes

de los dolores sombríos.

 

El verso primigenio de mi propia era

las olas sempiternas de un mar que no se calla.

No me entrego a las olas,

porque olas somos en cada uno de nuestros andares.

 

Como por un pasadizo llego al pasado,

donde los pobladores de este pueblo

aún no existían.

No hay futuro al pasar la puerta

no hay mañana para el cual guardar el pan,

en el origen se acaba el camino,

desde la soledad omnipresente

llegan mis mareas.

 

No es otro puerto,

es el mismo de donde zarpaste hace siglos,

donde el pacto fue firmado con sangre,

donde vendiste tu alma al mar eterno.

 

Finalmente el silencio se agolpa en tus oídos

te grita para que vuelvas,

te suplica por tus sueños.

Es el silencio el que no se calla,

es el final el que no termina.