(No se por qué escribo,
no tengo ninguna razón que valga).
Si esta noche no escribo
ni siquiera soy poeta, no soy nada,
salvo el enterrador de un día de otoño
que perdido en el viaje
cayó en la ciudad para hacernos recordar
que todos los veranos se acaban,
como este que yace medio muerto,
de hambre, de sueño, de olvido,
de versos del silencio que no saben sino llorar.
Si esta noche no escribo,
se escapa mi alma
invisible por entre las ánimas
que caminan aún cegadas por la luz del sol,
ese que pasó hace años por los portales
de las casas podridas de tanto esperar.
Si esta noche no escribo, me condenaré al recuerdo
de los amores que agonizan en camas oxidadas,
y dejaré las sábanas rotas en el armario,
los caminos recorridos marchitándose en el florero,
las colillas de las verdades en mi cenicero de papel
del cigarrillo testarudo que nunca me deja de fumar.
Si esta noche no escribo,
rasgaré las mangas adoloridas de mi camisa,
e incendiaré el estante de los trofeos tristes.
Comeré versos, pan y cebolla
dormiré desnudo, tiritando de frío
en mi casa, murallas de páginas,
techo de preguntas infinitas
y respuestas que no han de llegar.
Si esta noche no escribo,
le caeré a golpes a los espantapájaros
que se salgan de las fábulas oliverianas,
donde las mujeres vuelan
y los hombres deciden a quién amar.
Si esta noche no escribo seguiré gris
como todos los días de otoño
que me han de venir a saludar.