Poemas propios

sábado, enero 22, 2011

La Palabra

 

 

Irrenunciable debe ser la pasión, no importa

el cómo y el dónde se establecen las treguas humanas,

ante la belleza de dos personas que se aman.

 

Cómo se ha desenfundado la palabra,

en todos sus tiempos y conjugaciones

para derribar corazones rebeldes.

 

Ha perdido el filo, tan mellada está

que sólo logra cambiar el sentido primigenio

de lo que deberían ser estos versos.

 

Malditos los poetas, los que la han cantado,

los que al borde del abuso deshonesto,

han practicado el disparar a discreción con ella.

 

Entonces hoy, cómo demonios se dice

esta realidad tempestuosa y tibia que se queda dentro,

estas ganas de derretirme al lado de un alguien y no otra,

esto que quería salir como versos y se convirtió en silencio.

 

Tan sucia la han dejado que ya no es bien recibida,

por miedo a contagiarse, de liviandad, de banalidad,

también de ella, por miedo a ella, por el peor de los miedos.

 

Y si es  tan así,  por qué en medio de toda esta rudeza

y esta convicción, escribo versos,

apoyando mi espalda en el secreto de saber,

que moriría por encontrarla en mi buzón.

 

 

 

 

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Muñeca

Me despedacé la cabeza tratando de saber

que tipo de muñeca era esa

que pasaba flotando por entre las gentes

medio luminosa, medio orgullosa,

y sin duda alguna,

bella a rabiar.

Le hablé una vez y era una,

le hablé por segunda vez y era otra

y así,

cuando conocí a la quinta “otra”

me di cuenta…

¡Ella era una Matrioska!,

y para mi demasiado tarde.

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miércoles, enero 05, 2011

Quién quisiera

 

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Quien quiera estos versos,

quién por un segundo se detendría

a recogerlos, si fueran carnada,

de una trampa bella.

 

Quién por última vez

reconocería en mi al escribiente,

al del perfil del abandonado,

a quién se transformase en higuera.

 

Quién estallará en llanto

al ver que su recuerdo se vuelve

derroche de versos,

a quién la emoción no le será en vano.

 

Quién pudiera pintar mi barba de caricias

y hacer una pausa buena,

quién me recordará siempre a la deriva

hoy que soy muelle silenciado.

 

Quién distinguirá lo sereno

de estas palabras que parecen penas,

quién se acordará de mí

cuando estos versos hayan terminado.

 

 

 

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Imagen: Foto tomada alguna vez en mi querido Montevideo.