No se crea perdida la melancolía
porque ya no tenga dueña,
los calores se mantienen
las noches siguen siendo
tan oscuras como hace semanas
y el poema no se ha terminado.
No se crea que con ella
llegó el día y la noche,
y se iría con su partida,
sombras y luces
vienen de tiempos milenarios,
de lo primigenio de ser y de no ser.
No se crea entonces
que la oscuridad tiene otro nombre
distinto a oscuridad.
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Suena “Joe hisaishi - Ave Maria - Okuribito”
(No sé si quiera o pueda ser un buen padre,
sólo sé que quiero ser un hombre
al que estos soles recuerden con cariño).
Un mu
ndo con dos soles,
nada más pido esta noche,
porque de ellos
se derrama la ternura
que cae por las laderas
de mi espalda que no tendrá frío
ni le faltarán las fuerzas.
Antes del fin del día
me hago de un Dios
porque necesito agradecerle,
por ese par de almas que me acompañan
en esta tarea de ser hombre,
de querer ser hombre bueno,
de arrojarme al camino sin una gota de miedo.
Yo fui sol, por eso sé
como se incendian las mañanas
que despiertas en el querer jugar.
Veo esa ilusión en mis dos astros tiernos,
y la sonrisa se me vuelve gigante
para acunar las lágrimas felices.
Pasará todo,
pero no lo que mis soles me hicieron,
cuando amanecieron entre las montañas,
y me convirtieron en camino,
sin retorno
y sin final.
Con eso basta
con el sacar la punta de la nariz
al frio mas allá de los ventanales
mirando al cielo
comprando segundos de armonía.
Con eso basta amigos,
con iluminar la noche con los ojos
que han visto pasar los años,
que han visto pasar la vida,
cargada de personas, de amores,
de estaciones, de verdades.
Nada cambiará el valor
de ser, sólo ser un segundo
ese segundo,
cuando se intercepta el aprender
y el enseñar con la presencia.
Aún hay canciones de paz,
siempre habrá esperanzas
mientras existan almas.
El amor como la energía
no se pierde, sólo se transforma.
Me viene buscando el sol
te llamo en mis sueños, en ellos me entrego,
y sigo escribiendo sin voz.
Tu imagen me huele a melisa
y el sonido de tus pasos ausentes
a verbena limón.
Ya no duele ver a tu espalda
haciéndose microscópica,
porque el cofre se cerró.
No me dueles y el amor se quedó
convertido en cuadro bello
en la pared de mi casa.
Agradezco tanto lo que fue
y me quedo con lo mejor
en el álbum de la vida.
Hoy que ya no estás
eres ladrillo nuevo de mi camino
tan bello como yo sé que recuerdas.
Yo le contaré a nuestro pasado
como pasan ahora los días
como crecen los niños, como crece la vida.
Y si también son nuestros pasos
los que quedaron grabados en la ciudad
que importa entonces que sólo seamos pasado.
No te diré adiós simplemente
porque eres huella en mi historia
porque algo de ti en mi se quedó.
Hoy que todo a tomado su justo lugar
hoy que sólo queda el invierno al otro lado de la ventana,
me dejo atrapar por el sol.
Siempre estará en los bares del mundo
sentada en un rincón hablando con su copa,
esa mujer… si la ves, dile que ya no llueve.
Revienta tu pecho en lágrimas
que iluminan tus ojos, en este segundo,
que se quiebra entre versos.
Estás triste, fumas nerviosa
allá en el otro universo.
Te rabean las penas
que no fuiste capaz
de abandonar al otro lado
del mundo perverso,
que te toco recorrer,
lleno de flotillas de masacre
y sin amores de reserva.
Y te ves hermosa
tu tan mujer en ese bar,
que no aparenta
como tu no aparentas.
Si tuviera te regalaría un corazón
si pudiera construiría un puente
pero no tengo ni puedo.
Me despido.
Aquí estoy,
siendo siempre como soy,
un fantasma.
Son simples las palabras
que me ha tocado
desparramar por las calles
de mis ciudades quebradas;
llenas de recuerdos,
indómitas, rudas,
ebrias de tanto beber soledades.
Así me mira Paris esta vez,
con cara de Saint Michelle,
lleno de gente que sólo va,
con sus adoquines desnudos al sol.
Se me desgarran los pasos
y se me desgarran las horas;
acosado por el sol
que me desconoce en estas tierras
con mi traje negro, mi ropa de viaje.
Allá espera el cuerpo,
acá viaja el único deudo,
cientos de horas bajo este sol,
que parece no saber
que en mi ciudad es invierno
y me esperan mil finales,
que las historias se acaban
y sólo él es eterno.
.
.
Había que ir y volver
para escribir un poema que fuese
un camino para los perdidos,
para quienes ayer recorrieron
todos los senderos buscando
respuestas que no habrían de llegar.
Serían los versos adoquines,
piedras que aguantaran el peso
de la carga de la pena,
los cascos de la soledad,
los carros de la derrota.
Había que conocer la mezcla del desamor
para unir cada paso,
en la nobleza de reconocerse
un caminante sin destino,
un amante sin compañía
un tesoro escondido para siempre.
Sería de versos y silencios mi poesía.
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A veces a poesía está en las imágenes
y a veces uno tiene la suerte
de tener una cámara en la mano.
