Poemas propios

lunes, febrero 15, 2010

Destinos

 

(En todos lados sin excepción,

las más felices siempre han sido

las suelas de mis zapatos)

 

 

Son tantos los versos que le debo a mis destinos.  Casi ha sido un año desde que rebote en mi tierra, cayendo desde tierra santa, emocionado, llorado por sus calles, impresionado por sus mercados,  volando hacia tierra sacra. Del rebote caí en Rio, donde advertí luego que le temo mas al ruido que a los fusiles del mercado árabe en Jerusalén, que construido infinitas veces sobre si mismo, tenia tanto de tanto, que no había otra alternativa que disfrazarse de arcoíris, para ver correr a los fantasmas incognitos del shabat. Sacro es Rio de Janeiro, con sus calles que bailan cada noche, para olvidarse de sus Favelas.

Montevideo me enseño tantas veces, que no todos los amores son a primera vista, que una ciudad se puede derramar en todos los sentidos por sus pendientes. Que el viento tibio vestido en lluvia no daña, pero tampoco lava las heridas. Como tampoco las lavan las tormentas inesperadas, como inesperado el amor de las avenidas tristes de Managua. Tan tristes como los paseos en calecita por los callejones de Asunción, donde el calor arrecia, y su pena también.

Banff me enseñó que los ríos congelados no llegan a ninguna parte, que la nieve flota entre los pinares, y que no es el frío el que mata.  Frio inverso del existe más que en las cumbres de Guatemala, donde las mujeres pintan de colores el camino de Jade, tan accidentado como la historia, los días que se sube a Chichicastenango  a dejar ofrendas en las iglesias santeras y los mercados turbulentos.  Mientras la Antigua duerme, se guarda para que la historia no se borre así misma, escondida entre los rincones de los caminos de ese país que se desangró una y otra vez. 

De Tegucigalpa poco, más que las carreras por los cerros de Honduras donde sus sueños parecen de oro, pero son de maíz que brilla con el sol en las laderas que lloran esperando la lluvia en verano.  Luego de los ires y venires por ese territorio, la caminata insegura por los alrededores, en la que uno ve como las putas esperan ansiosas ver caer cuerpos envueltos en dinero desde los balcones de los hoteles.

En París conocí el nacer de vientos fríos de la primavera,  y casi diez años después viví escondido entre sus fantasmas africanos, como se apagaba el verano, y yo mismo me hice fantasma, saltando por las luces de sus calles que esperaban otro nacimiento. 

Me he derramado en Buenos Aires con las maletas y el corazón cargado, y he soñado entre sus sábanas que el amor existe, y he recorrido una y otra vez la ruta para descubrir que mi mejor rincón se llama Santelmo.

Han sido tantos y me faltan tantos, siempre para volver a refugiarme en mi Santiago que me espera en el fondo silencioso, para ayudarme a desarmar los equipajes, a archivar los recuerdos y los sueños, seguro de que a pesar de todo lo dicho, el mundo se acaba en mi balcón.

5 Comentarios.De ellos me alimento.:

Paula dijo...

Es tan bueno querer volver y encontrar que aún hay quienes siguen escribiendo... me gustan mucho tus palabras. Te dejo un abrazo.

paula

Lili dijo...

Elhombre que aprende, es el ùnico que finalmente sobrevive...
u abrazotote

Maria Coca dijo...

Tienes un alma viajera, como la mía. Eso si: todo lo que has visto tú me parece maravilloso, qué suerte...

Un abrazo.

MaLena dijo...

Benjamín siempre siento esa sensación agridulce cuando me voy y regreso, será que nuestra alma descansa en un pequeño punto del cosmos.

Un placer andar por tus letras.



Te abrazo.

rapaz777 dijo...

Se agradece el recorrido por aquellos lugares bajo tu mirada y letra...aquella que se impregna de lo propio y se trae un poquito de su aire y sus sonidos...me recordaste tantos otros lugares compartidos y aprehendidos, tanto asi que aun mi refugio es tan nomade como mis sueños...