Cierro mis ojos, estiro sutilmente mi brazo
mientras mi mano surca el aire para buscar tu rostro.
Cobras vida en este instante mientras me empapo de recuerdo.
Estás aquí, porque eres hembra,
porque nadie te puede poner en tu lugar.
Rompes las murallas, incendias los velos,
con un rozar de labios en los míos.
Porque tu lengua es curiosa,
porque mi boca entreabierta es su casa.
Esa magia que tu tienes y me traspasas
es la que recorre mi espalda y me naufraga.
Mi venganza es quizás sólo un soplido en tu nuca,
y me anclo a tu vientre con mis manos.
Apoyo mi mejilla en tu mejilla,
mientras te invado según nuestro plan no acordado.
Se muere de recuerdo el cuerpo, también el alma.