Hago estos versos afilados como navajas
que corten el aire y tu pecho cuando los leas.
Que no exista cajón que los aguante,
ni que tu, musa ingrata, sigas indiferente
al ritmo de sus susurros.
Para eso son estos versos,
para convertirse en el viento que levante tu falda,
para terminar justo en el beso preciso en tu cuerpo,
para preparar tu contorno al último estallido.
Me basta con lograr abrir tus ojos y oídos con ellos,
desde ahí, me deslizaré, porque yo soy estos versos,
besaré tus labios por dentro,
rozaré tu cuello, acariciaré tus pechos.
desde ahí,
hasta donde quiero y quieres, llegaré.
Ya dentro, me desnudaré de palabras,
los versos serán de silencio, de respiraciones,
de gotas de sudor entre nuestros cuerpos.
No te preocupes ahora, ni siquiera
en el relámpago de la danza convertida en locura.
Cuando te estremezcas sabrás de que hablo,
cuando cierres tus ojos temblando,
cuando tus uñas sean garras que se anclan en mi espalda,
cuando mis hombros se llenen de tus bocados,
cuando tu vientre sea incendio,
entonces, solo entonces
recordarás esta advertencia y
sonreirás de que sea tarde.
3 Comentarios.De ellos me alimento.:
Wow! Excelente poema... Me encantó el principio y el final sobre todo.
Sentí al leerlo esa especie de poder que siento cuando escribo, tal vez ESA persona jamás lo lea, pero le dijiste lo que querías, llegaste hasta ella, hiciste tu descargo.
Genial: "que no exista un cajón que los aguante"...
Mis saludos desde la otra orilla.
Besos.
Y lo leyó... y sonrió de que fuera tarde.
Yo sabía... no podía ser de otra forma. Que buena confirmación.
que tranquila confirmación.
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